Stoker

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Buenos días, caballeros.

He visto Stoker, la película que estrenó Park Chan-wook en 2013. Este es el director de Oldboy, una cinta que, sin ser santo de mi devoción, disfruté bastante y que tiene una legión de seguidores que asusta. Exceptuando a los fans de este señor, a los críticos y al público de festivales, Park Chan-wook es bastante lejano para el espectador medio; yo mismo sólo he visto Oldboy de sus trece películas.

Stoker supone su asalto definitivo a occidente y su incursión en el territorio del gran público, cosa que se aprecia ya desde los tráilers, que anuncian la cinta como un thriller de intrigas familiares y no como una película de autor. El director ha querido jugar fuerte, contando con un reparto de altura encabezado por Mia Wasikowska, Matthew Goode y Nicole Kidman. A partir de ahí, el director hace lo suyo, y nosotros lo nuestro.

¿Ha encontrado un asiento libre en Hollywood el señor Park? Pues yo no tenía pensado hacer esta reseña cuando me puse a ver la película, pero al final aquí me tenéis, y es porque algo ha conseguido. Empezamos.


Antes de empezar: Stoker es una película con la que he establecido un vínculo emocional. No se trata de que me haya enamorado de algún personaje ni de que en la historia haya algo en concreto con lo que comulgue. Es el todo. La película tiene corazón, identidad y cabeza, y a mí ha conseguido envolverme, aunque soy consciente de que he puesto mucho de mi parte.

Por eso me gustaría que antes de empezar el comentario os pusiérais un tráiler, el único que vale la pena porque es el único que vende la película un poco como es: el tráiler del cartel. Los otros dos son uno muy genérico y el otro algo alejado de la cinta, así que buscad el tráiler del cartel. Si algo os llama la atención en lo poco que dura este vídeo, dedicadle a Stoker la hora y pico que os pide y ved qué sensaciones experimentáis. Luego volved y lo hablamos.

O también podéis mandarme a la mierda, leer el comentario y ya está, eso también está bien.


«Igual que una flor no elige su color, nosotros no somos responsables de aquello en lo que nos convertimos. Sólo cuando has entendido eso puedes ser libre».

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India Stoker es una joven que, el día de su decimoctavo cumpleaños, recibe la noticia de la muerte de su padre. Como ocurría en el siglo XIX, hoy en día una muerte en el seno de una familia aburguesada es un ritual, una casi celebración repleta de hábitos y costumbres en la que la presencia de todos y cada uno de los miembros de la familia, cada uno en su papel, es fundamental. Por eso India se sorprende cuando aparece en el funeral su tío Charles, un hermano de su padre del cual no tenía constancia; que se arrime tanto a la madre de India tampoco ayuda a coger confianza.

A partir de ahí Stoker cuenta el viaje personal de India, el final de su inocencia y su paso a la madurez, la rotura de la cáscara de huevo que libera el producto formado a partir de pedazos de los demás y de pecados familiares que es un ser adulto. La forma de contar este viaje es a través de una saga familiar de aires victorianos con algún armario con esqueleto dentro.

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Stoker es la película de su director, el ejemplo perfecto de que la misma historia, en manos de otra persona, podía haber dado una película totalmente distinta (y muy probablemente esta película hubiera sido un telefilm genérico). El planteamiento, el desarrollo de la historia y los temas son clásicos, y la forma de retratarlos tampoco es innovadora. El fuerte de la película es reflejar el mundo que se ve a través de los ojos de India, y hacerlo en una explosión artística tan concentrada y contenida en su ejecución que resulta un ejercicio de estilo impecable.

Los rasgos de la imagen son más o menos estos: contraste bajo y saturación moderada, cierta simetría, equilibrio y un absoluto control del color. Siempre destaca algún detalle en tonos cálidos; en rojo, amarillo y sobre todo naranja. El color sirve incluso como herramienta narrativa: al principio los tonos cálidos se limitan a elementos del escenario muy localizados; cuando Charles aparece vistiendo su chaqueta de color crema, ese tono impregna la casa en la que se desarrolla la historia, pasando a la decoración, el mobiliario y, en última instancia, llenando habitaciones enteras, todo conforme avanza la historia.

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Contrapuesto a los tonos cálidos, asociados a la agresividad y la tensión que rodean a Charles, el mundo de India es verde, y la muerte de su padre lo vuelve blanco. Se presenta a India en la naturaleza, paseando por el jardín sola, explorándolo, observando agudamente cada detalle de un modo casi pre púber. India se acompaña de plantas en estado salvaje, ella misma es un ser salvaje constreñido en un sentido que aún no ha aprendido a entender, y eso lo entendemos en un par de minutos, y sin que nadie diga una puta mierda, porque esto es cine y Park Chan-wook es Dios.

A mí me pilló la peli de Casper, así que me resulta casi imposible no ver a Mia Wasikowska en el papel de India como una sosías de Christina Ricci, y eso hace que le coja cariño instantáneamente.

La selección de los planos y la forma de encajarlos no está supeditada a la muestra de estampas artísticamente complejas, como pasa con cineastas como Danny Boyle (que no digo yo que sea malo, pero trabaja de otra forma). Park Chan-wook es elegante, pero no es clásico, y la forma en la que pone énfasis en la imagen acaba resultando natural dentro de la película.

Me llamó especialmente la atención en el primer tercio lo bien que se trabaja la sensación de que India sobra entre Charles y su madre; cómo la apartan del eje de miradas durante la cena, cómo en la conversación que tienen entre la cocina y el rellano India casi parece estar en un mundo distinto al de los otros dos… India está desubicada en el montaje, en algunas imágenes es un elemento aberrante, igual que lo era Charles en el funeral.

Se juega también con el solapamiento de imágenes, como ocurre con el pelo y la hierba o la tinta de las cartas.

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Ese plato no está ahí por casualidad, ni la pintura que le han tirado a la cabeza a Nicole Kidman es esa porque sí, ni el libro que está leyendo es uno cualquiera, ni la ropa está descuidada… ni siquiera ese maldito huevo en la encimera está ahí por estar. Esta peli es un «¿Dónde está Wally?» de simbolismos y significados.

Pero más que la imagen, Park Chan-wook hace lo que quiere… no espera, esto hay que decirlo más alto. PARK CHAN-WOOK HACE LO QUE QUIERE CON EL SONIDO. Lo que le da la gana. Lo sube, le da profundidad, juega al fuera de campo con él, le deja llevar el ritmo de una secuencia de forma literal, lo emplea para marcar los tiempos en una escena y para romperlo en los momentos clave… vamos, que esta no es una de esas películas en las que el audio es eso que se pone de fondo con la escena. Serios en esto ¿eh? Fijaos en el sonido, joder.

El guion juega con unos símbolos y una iconografía que vienen de antiguo; Stoker es una actualización de un relato de terror victoriano, una película de vampiros góticos en la época actual. “¿Qué, qué, qué? ¿Vampiros? ¿Qué coño dice el tete este?” Hombre, la peli se llama Stoker por una razón bastante concreta. En el fondo, la cuestión se trata de que es una cinta de fantasía sin elementos de fantasía, que juega con los códigos de un mito que conocemos y los retuerce sin problemas, y ahí reside su corazón.

Que sí, que son vampiros, coño. Te lo digo yo. No vampiros como en Déjame entrar, por ejemplo, pero lo son; son “vampiros simbólicos”: el tratamiento de la sangre, la invitación a pasar de Charles, el aura tenebrosa y sobrenatural que le rodea, el erotismo y la sensualidad.

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It’s dangerous to go alone! Take this. Y para desayunar, naranjas.

El erotismo y la sensualidad… no me hagáis hablar de erotismo y sensualidad. Hay pelis porno con menos sex appeal que Stoker, pero es que Stoker… ¡es sorprendentemente discreta cuando le da la gana! Hay un vínculo implícitamente sexual entre Charles e India, y eso se ve muy bien en la escena de la cena, cuando le da el vino, y llega a su punto de máxima tensión en la escena del piano. Ambas son muy grandes; me gusta la del vino por su simplicidad, pero la del piano tiene más estratos. Es una escena que empieza como algo parecido a una de persecución y que se acaba convirtiendo en otra casi de sexo. La secuencia del enterramiento y la ducha también es para mear y no echar gota.

Matthew Goode, siendo Christian Grey desde 2013.

– ¿Sabes? A mí no me importa quién seas.

– Me pasa lo mismo. A mí tampoco me importa quién soy.

Stoker es una obra de autor que merece ser vista de ese modo y, sin embargo, es accesible y sincera. Resulta fácil entrar en sus términos porque la base en la que está construida ya la conocemos, es un thriller que recuerda a Hitchcock, plagado de fetiches y simbolismos. Los huevos de India la representan a ella misma, el cinturón del padre representa la autoridad y la madurez, que puede convertirse en violencia, los zapatos de dos colores y los de tacón, la araña en la pierna, las aves disecadas, la figura del cisne en el castillo de arena, el ángel de nieve, las tijeras de podar, los columpios de los que se marchan India y el zagal de la moto porque, literalmente, India está abandonando la infancia… y los que me hayan quedado por ver. Cada detalle tiene significado, no existe la casualidad. Creo haber visto también cierta simbología en el agua, me fijaré mejor la próxima vez que vea la peli.

Ni siquiera la letra de la canción con la que termina la historia es casual.

Muchachada, no sé vosotros, pero yo me he visto un peliculón como la copa de un pino. Estoy muy contento. Mucho. Vean Stoker, háganse el favor.

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3 comentarios en “Stoker

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